De todos los cerdos comiendo helados, Marino es el máááás dulce de todos. Como apenas ve y oye por la edad, se vuelve mucho más cuidadoso y despierta muchísima ternura.
Marino es un cerdo ya anciano. Llegó la primera semana de Febrero del año 2012 y tenía menos de dos años de edad. Le explotaban en unas chabolas que se quemaron en un incendio y consiguió escapar.
Huyendo acabó en una zona en la que estaba atrapado entre unas vallas y las vías del tren. Durante dos semanas los cazadores de la zona fueron con perros para matarle, pero él se escondía en unas zarzas aterrado.
Finalmente lo capturaron los forestales con jaula trampa y vino a Fundación Santuario Vegan.
Vivió varios años con otros cerdos pero un día tuvimos que separarlo porque le pegaron y no quiso volver a estar con más cerdos. Ahora, tanto tiempo después (sobre todo para la vida de un cerdo, que viven como los perros), ha conocido al cerdo con el que se siente más confiado y feliz. Y no podía ser otro que Ricki, que aunque es gruñón, en el fondo es un buenazo.